La infancia es una etapa de la vida que marca de forma indeleble. Se desarrolló entre el bullicio de la gente, entre cazuelas, ruidos y algarabía, en el núcleo de una familia llena de personas trabajadoras a las que admiraba profundamente. Dentro de esa familia, la figura de la abuela emergía con especial cariño. Una señora vestida de negro con piel fina pero arrugada, encorvada y con intensos ojos verdes, marcados por una vida dura de trabajo en los campos postguerra. Una mujer que no tuvo la oportunidad de asistir a una escuela y que se expresaba con sabios refranes, que continuamente utiliza, dibujando una sonrisa en los labios. A esa mujer, se le debe mucho por haber sido un ejemplo a seguir y haber enseñado, entre otras lecciones, que no existe recompensa sin sacrificio, ni éxito sin haber conocido antes el fracaso, para así aprender a apreciar el valor de las cosas.
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