La Candelaria

Sabor y fabricación artesanal desde 1959

La Candelaria lleva más de 60 años proporcionando a los canarios, desde su fábrica en la localidad de Icod de Los Vinos, un chocolate de gran tradición artesanal

Corría el año 1959 cuando la fábrica de Chocolates La Candelaria abrió sus puertas por primera vez. Desde entonces y hasta ahora, mucho ha cambiado en la sociedad y en los procesos de producción aunque, en esencia, el mimo y el trabajo artesanal en cada elaboración sigue siendo el mismo.

La vinculación de Chocolates La Candelaria con la sociedad canaria se remonta hasta los primeros años, cuando el chocolate se traía en pipa y la descarga se hacía manualmente. En ese entonces, el producto se seleccionaba por tamaño, se tostaba, luego se descascarillaba y se molía con el molino de piedra. La cascarilla era a menudo solicitada por los icodenses para guardarla y utilizarla en la realización de las alfombras de las festividades religiosas.

En el año 2009, Chocolates La Candelaria dio un paso hacia adelante a la modernidad y se mudó a la fábrica en la que desarrollan actualmente su labor, también en el municipio de Icod de Los Vinos. Un espacio más grande y adaptado a los nuevos tiempos, con más maquinaria y con procesos industrializados que facilitan la labor de todos los que forman parte de esta familia.

Entre los productos más destacados de la compañía está el chocolate del envoltorio verde y el amarillo, así como el Baxcao. Todos ellos experimentan un aumento de ventas en cuanto llega el invierno. Y es que nadie puede resistirse a una buena taza de chocolate caliente al calor del hogar.

El drago milenario de Icod y el Teide son parte fundamental de la etiqueta de este producto elaborado en Canarias, que tiene en la isla de Tenerife a su mercado principal, aunque se extiende también a las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro.

Especialidad. Durante más de 60 años, el chocolate a la taza artesanal de La Candelaria ha acompañado a los canarios. Recuerdan algunos de los trabajadores de la fábrica, que desde los inicios, en épocas en las que el frío apretaba, los repartidores iban hasta los pueblos más pequeños y lejanos para que nadie se quedara sin su taza de chocolate caliente.