Secciones
Servicios
Destacamos
La mañana del viernes 17 de enero de 1.975, Angelito, el monaguillo, se dirigía como todos los días a abrir la iglesia. Sería, como siempre, el primero en llegar. Eran apenas las 7:00 de la mañana, cuando se percató de que alguien había estado allí antes que él. Se encontró el camarín revuelto y una cuerda colgando a un lado del presbiterio. Enseguida sospechó que habían robado en la basílica y avisó al párroco, Isidoro, y a su coadjutor, que se vestían para celebrar la misa de las ocho.
Desde el primer momento se atisbaba el desastre que había supuesto la gran proeza por parte de los ladrones. La misa se celebró sin que los feligreses supieran lo sucedido, mientras agentes de la Brigada de Investigación Criminal de la Policía y de la Guardia Civil se personaron poco después en el templo. El obispo Infantes llegó a Teror pasadas las nueve.
Los ladrones tuvieron acceso al camarín a través de la torre amarilla, donde se habrían escondido durante la tarde anterior. Esa noche, una vez cerrada la basílica, se desplazaron por el tejado hasta llegar a una ventana que da acceso a la zona situada sobre la armadura del camarín. Allí, seguro, moverían uno de los faldones y bajarían hasta el tesoro. Para salir se descolgaron por uno de los balcones que dan a la capilla mayor. Una vez en el suelo, abandonaron el templo por la puerta lateral ubicada en el muro de la torre.
Han pasado 48 años, el delito ha prescrito y las joyas siguen sin aparecer… hasta hoy.
Todo hacía suponer que el robo lo había realizado un grupo de profesionales y que las joyas habían salido de la isla el mismo día, sin dar tiempo a las autoridades y a la brigada policial de hacer los controles en puertos y aeropuertos.
Hasta aquí, la Historia. Pero, como la realidad supera la ficción, los autores del robo no pudieron sacar las joyas de la isla ni salieron de aquí ese mismo día; lo hicieron semanas más tarde, como ya tenían planeado. Lo primero que hicieron fue fundir todo el metal precioso que robaron, el oro, la plata y el oro blanco; para convertirlos en pequeños lingotes de 250g cada uno: fáciles de transportar. Apenas 2 kilos de los diferentes metales, unos 750g en oro, 400g del oro blanco y el resto en plata de ley.
Las piedras preciosas (como diamantes, esmeraldas, zafiros, perlas, etc.), una vez desengarzadas, en una talega de pan entraron todas: también fácil de transportar. El problema era dónde esconderlas mientras salían de la isla, para volver con el tiempo. De los ladrones sabemos que siguieron sus aventuras y nuevos robos en otras iglesias de la Península Ibérica, hasta que todos fueron cogidos infraganti en un robo años más tarde. Fueron encerrados y los tres murieron cumpliendo 30 años de prisión.
Nosotros sabemos dónde está escondido parte del robo de Las Joyas de La Virgen del Pino. Pero necesitamos tu ayuda para recuperarlas.
Publicidad